sábado, 2 de enero de 2016

Los perros que reviven en la nieve

 
Son robustos, imponentes, tienen un vistoso pelaje, y aunque estamos acostumbrados a verlos en estampas nevadas, ya no resulta extraño descubrirlos paseando por la ciudad. Los perros nórdicos son razas originalmente de trabajo que eran utilizadas para desplazarse y tirar de cargas pesadas en las zonas heladas de Alaska y Siberia. Sus antecedentes se pierden en el tiempo, ya que el trineo se usaba incluso antes de la aparición de la rueda.
 
Se tienen referencias de que en Laponia los habitantes hacían uso de perros kamutik, descendientes directos del lobo polar. La necesidad de domesticarlos obligó a utilizar mestizajes con razas más dóciles, pero tan fuertes y rápidas como éstos. De ahí surgieron el alaska malamute, husky siberiano y el samoyedo, entre otros.
 
Estas variedades son muy similares tanto en fisionomía como en carácter. Poseen una doble capa de pelo: una más larga y gruesa, menos espesa, y otra por debajo más corta, fina y lanuda, con una cubierta de grasa que les impermeabiliza y evita que pierdan su calor corporal, lo que les convierte en las variedades caninas que mejor se adaptan al frío. En las zonas polares del mapa suponían una importante fuente de calor para mantener los iglús calientes.

Este manto de pelo interior lo pierden en el verano, durante la muda, y no vuelve a crecer hasta el siguiente invierno para permitirles soportar las altas temperaturas estivales. "Por ello, estas razas necesitan un cepillado más cuidadoso en esta época para retirar la enorme cantidad de pelo muerto", afirma José Luis Blázquez, veterinario fundador de Openvet. Además, sus patas cortas y robustas, con almohadillas gruesas, están muy cubiertas en la zona de las pezuñas para mantener la temperatura del cuerpo.
 
Pero no sólo es su resistencia a las temperaturas bajas lo que les hace ser unos especímenes especiales: su potencia física les permite arrastrar un peso de en torno a 20 ó 30 kilos por cada animal durante decenas de kilómetros. En el caso del samoyedo, también se utilizaba como pastor en algunas ocasiones.
 
Se trata de animales fríos e independientes, que se mueven siguiendo al líder. Les encanta vivir en manada, pero para educarlos correctamente y evitar conflictos, deben tener claro cuál es su papel dentro de ella. "Los machos son bastante dominantes, lo que unido a su carácter les convierte en razas difíciles de tener como animales de compañía si no se les adiestra adecuadamente", afirma Blázquez.
Hace 30 años se comenzó a trasladar a estos ejemplares desde sus lugares de origen a climas más cálidos como el español y poco a poco fueron adaptándose, desechando el pelaje que les sobraba para hacerlo menos denso. "Algunos propietarios los tenían en naves frigoríficas en los meses más calurosos del año para que se adaptasen a nuestro clima, ya que en el exterior dejaban de comer y buscaban refugio en alguna zona sombría y húmeda", rememora el veterinario.

No aptos para climas fríos

En el extremo opuesto encontramos el pinscher miniatura, originario de Alemania, el chihuahua o las razas calvas, como el crestado chino y pelón mexicano. A estas variedades, la llegada del invierno les hace temblar... de forma literal. Toleran muy mal el frío por el tipo de pelo, corto y escaso, y los que carecen de él no tienen forma de proteger su cuerpo de la pérdida de calor, pudiendo llegar a morir rápidamente si su temperatura corporal baja de los 34 grados. Es bastante común ver a un pinscher tiritando en un día frío de invierno. "Este impulso es una respuesta natural del cuerpo para generar calor mediante los movimientos musculares y así mantener la temperatura", explica Blázquez.
 
Por esta razón, muchos dueños optan por abrigar a sus mascotas con jerseys especiales y chaquetas impermeables. "Se les está sometiendo a un cambio de una temperatura de 18-22 grados en casa a los 0-5º de la calle", afirma el veterinario.

Del trabajo al deporte

El tiro de trineos acabó derivando en un deporte, el 'mushing', que debe su nombre al grito marché, que significa vamos, término empleado por los colonos franceses en sus travesías a principios del siglo XX durante la fiebre del oro en Alaska y Canadá. De esta manera, los anglosajones derivaron el sonido en 'mush', por lo que al conductor de trineos acabó llamándose 'musher'. No menos valiosa fue la utilización de perros en las expediciones científicas a las regiones Árticas y Antárticas a principios de 1800. Sin ellos no hubiera sido posible semejante epopeya, donde contribuían a los desplazamientos por territorios polares en los que recorrían distancias superiores a 2.800 km con temperaturas de 30 grados bajo cero.
 
Su nacimiento como deporte se sitúa en 1925 cuando en la ciudad de Nomen (Alaska) se hizo necesario el avituallamiento de medicinas y víveres tras una epidemia de difteria durante un temporal que dejó incomunicados a sus habitantes. Sólo los trineos tirados por perros pudieron recorrer el trayecto de 1.600 km en medio de la ventisca. Como conmemoración de este hecho, se instauró la prueba Iditarod que, año tras año, repite la misma travesía en una carrera que se ha convertido en la prueba más importante del mundo, tanto por la larga distancia que recorre como por su dureza.

En España, esta modalidad empezó a desarrollarse hace 30 años y ha ido ganando más y más adeptos entre los amantes de los deportes de riesgo y la naturaleza. Su pionero en nuestro país fue León Vázquez, responsable del comité de 'mushing' de la Federación Española de Deportes de Invierno.
 
Con 16 años, cayó en sus manos el libro 'Kazán, perro lobo', del escritor James Oliver Curwood, y ahí empezó a tomar forma la que se convertiría en su mayor pasión. "Traje a mi primera perra de Canadá, porque aquí no había huskys siberianos de competición", cuenta. En España aún no es una modalidad profesional, pero "en EEUU es el cuarto deporte más profesionalizado. Allí es otra filosofía", cuenta.
 
El perro o perros guía adiestrados para la tarea van en la cabecera y arrastran al resto mientras ejecutan las órdenes verbales. Está totalmente prohibido el maltrato físico o verbal, así como el uso de látigos o collares de castigo. "Se trata de una aventura muy satisfactoria que vives solo en compañía de tus animales, pero es duro porque las condiciones climáticas son extremas. En realidad, somos un poco masoquistas", asegura Vázquez.
 
 
 

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