sábado, 12 de noviembre de 2016

¿Debo castrar a mi perro?

'Roche' y 'Tyrion' en plena adolescencia.
 
Con el inicio de la madurez canina, los instintos primarios de nuestros animales se acentúan con todo lo que ello conlleva.
 
Y para Tyrion y Roche llegó la adolescencia. Bendita época. Qué bonita fue la fase de cachorros, tan ingenua, tan divertida, tan llena de energía, de juegos, aprendizajes, mordiscos y accidentes a la hora de decidir dónde está el baño... Pero qué tranquilidad da cuando se acaba, sobre todo por el bien general de la casa, de los muebles, de la ropa y de esas zapatillas, zapatos, botas, chanclas... qué más da, todo lo que uno se ponga en los pies, que, ya se sabe, es un bien que provoca deseos incontrolables. Con el inicio de la madurez canina uno va descubriendo cuál es el carácter real de su perro, sus habilidades sociales y el vínculo que se genera con él se asienta, se solidifica, se torna indivisible. Pero, ay, sorpresa, llega la testosterona, el despertar sexual, los instintos primarios de nuestros animales se acentúan y con ellos el gran debate: ¿debo castrar a mi perro? ¿quiero hacerlo? ¿lo hago realmente por él o por mi tranquilidad? ¿es realmente justo para el animal?

Para responder a todas esas preguntas hemos hablado con la veterinaria Sofía Cumella, el adiestrador Marcos Sánchez y la oncóloga Elena Martínez. Lo cierto es que hay personas que tienen claro desde el principio qué quieren hacer con su perro, como si fuera una cuestión de principios. Y es verdad que se decida lo que se decida, lo ideal es tenerlo claro desde el inicio. Sin embargo, los dueños de Tyrion y Roche se pasaron debatiéndolo alrededor de un año. Estaba claro que no querían tomar una decisión precipitada.
 
La visión médica
 
Sofía es una defensora a ultranza de la castración. Abrió su centro veterinario en el centro de Madrid, en la calle San Francisco el Grande, hace casi 16 años y colabora con varias protectoras para ayudar a entregar a los animales esterilizados. Lleva a sus espaldas unas 4.000 operaciones de este tipo, con un 100% de éxito en todas ellas, y solo encuentra ventajas médicas. "Para empezar, debemos tener un control sobre la natalidad que en España no se tiene. Al año se sacrifica solo en Madrid 10.000 perros y eso es por la falta de responsabilidad del dueño. Pero luego, sobre todo, tenemos las ventajas médicas para el animal. Los machos tienen riesgo de desarrollar una prostatitis con la edad. Y cuando son muy dominantes, si les bajas el nivel de testosterona les baja también el nivel de agresividad".
 
En cuanto a las hembras, con la castración eliminas las infecciones de útero y los problemas hormonales, como los ovarios poliquísticos. "Y luego si lo haces antes del primer celo evitas la formación de tumores de mama hormonodependientes. En realidad castrar hasta el tercer celo tiene ventajas, a partir ahí no hay tanta prisa porque ya ha habido hormonas circulantes en sangre. Si una perra ya ha tenido tres celos lo haría básicamente por evitar una infección del útero y problemas hormonales porque el 90% de las que no han sido esterilizadas y son mayores de siete años acaban con infecciones, y luego hay que operarlas de urgencia, con todo lo que eso supone".
 
La oncóloga Elena M. Martínez, del departamento de Medicina y Cirugía animal del Hospital Clínico Veterinario Complutense de Madrid, apoya esta visión. Según la doctora, se sabe que "la influencia hormonal es uno de los puntos claves para el desarrollo y crecimiento de los tumores hormonodependientes, es decir, la mayoría de los tumores mamarios o muchos tumores de glándulas perianales, muy frecuentes en los machos. Por todo eso la castración constituye una medida preventiva eficaz siempre que se realice de forma temprana en el caso de los tumores mamarios". La mayoría de las publicaciones científicas aportan la misma información y no suele haber controversia en lo relacionado con ese tipo de tumores. "Es conocido que la incidencia de estos tipos de cáncer en países donde hay cultura generalizada de castrar es muy baja comparada con la que tenemos en países donde la castración no se realiza de forma rutinaria".
 
Es mucho más controvertido el tema de la eficacia de la castración en hembras que ya han desarrollado un cáncer de mama, ya que "se desconoce realmente si es eficiente como medida terapéutica", según explica la doctora. Respecto a otros tumores, añade, es mucho más difícil obtener conclusiones sobre si la castración puede favorecer la aparición de nuevos tumores no hormonales. "Es cierto que parece haber estudios que evidencian que las hormonas pueden tener un efecto protector en algunos tipos de cáncer, de forma que hay mayor incidencia en animales castrados que en animales enteros, pero no es una opinión compartida por todos los autores, ya que no se repite en todos los estudios. Hay que tener en cuenta que es más difícil obtener evidencias de alto valor científico, porque se desconoce si el mismo paciente castrado hubiera desarrollado la misma neoplasia (tumor) en caso de no estar castrado. Se necesitaría un estudio epidemiológico con un número muy elevado de pacientes para poder obtener conclusiones definitivas".
 
Por qué mi perro empieza a ser dominante
 
Marcos se dedica al adiestramiento canino desde 2003. Desde entonces, compagina su trabajo con perros de compañía -de particulares- con perros de seguridad -de la policía-. En el Centro Canino Brunete también imparte clases grupales y calcula que ha trabajado con al menos 400 canes. Para él, la castración ayuda a controlar el comportamiento del animal, aunque insiste en que cuando empieza a tener signos de dominación siempre tiene que ir acompañado de una buena educación. "Puede ser una simple cuestión de jerarquía, por el lenguaje corporal que tenga cada uno o por el olor que segregan las hormonas. Con la madurez sexual muchos empiezan a mostrar signos de dominación con determinados perros, no con todos, y puede haber varias razones: porque inicialmente le han mordido a él, lo cual tiene un componente defensivo, o porque es dominante y corrige al que no emite señales de sumisión". En cualquier caso, todo tipo de agresividad "para mí es una falta de respeto y se debe atajar con el control sobre el animal".
 
En definitiva, la solución a los problemas de conducta pasa por dos vías: la médica y la educativa. Sin embargo, Sofía avisa de que hay una excepción importante: en las hembras muy dominantes no está descrito castrarlas. "Al revés. Si son agresivas y les quitamos el tema hormonal se vuelven más agresivas. En ese caso solo las castraríamos desde un punto de vista médico, por su estado de salud. Pero que se agarre el dueño, que tendrá que hablar después con un profesional para reconducir su conducta porque se le puede ir completamente de las manos".
 
Marcos, además, añade otra excepción: "si es un perro válido para reproducirse". Ojo, que entramos en un "tema peliaguado", el de la cría en España, que para él debería estar regulado, entre otras razones para evitar precisamente los problemas de salud y de comportamiento.
 
"Como tenemos tanto amor a nuestro perro queremos enseguida un cachorro suyo para nosotros o para repartir entre nuestros amigos, independientemente de que sea de raza o no. Porque cuando hablamos de raza hablamos de un pedigrí, y a lo mejor ese pedigrí es malísimo, y estamos hablando de unos problemas genéticos... ¿Se conoce la línea de la que viene? Porque igual esa línea en concreto da unos problemas de displasias, de prognatismos, de corazón, de optigén... Por lo tanto, aunque sea de raza y de pedigrí a lo mejor no es apto para cubrir... Lo que está claro es que un particular no debería reproducir, porque siempre se va a dejar llevar por lo que quiere a su perro... No está regulado. Y luego tenemos problemas de conducta gravísimos. De repente te encuentras un labrador agresivo... ¿Pero cuándo se ha visto eso? Si en el estándar aparece específicamente que no tiene que tener ningún tipo de agresividad... Porque no se lleva ningún tipo de control a la hora de los cruces".
 
De cachorro a adolescente
 
Tyrion, de año y 10 meses, siempre fue un cachorro sociable. Es verdad que cuando jugaba evitaba a los perros más grandes y no le costaba nada ponerse en situación de sumisión ante un nuevo amigo. Extremadamente obediente. No hacía falta llamarlo. Mientras corría, él sabía perfectamente dónde estaba su dueño, le miraba por el rabillo del ojo y controlaba sus movimientos en cada momento. Si veía que empezaba a andar en otra dirección, rápidamente dejaba lo que estaba haciendo, se daba la vuelta y al segundo lo tenía a su lado. La vida en sociedad con él siempre fue muy fácil. Pero un día, cuando ya tenía algo más de un año, se hizo un enemigo íntimo: El chino, apodado así por ser un perro de raza asiática (un Hokkaido, Shiba o Akita). Para ser exactos, de origen japonés, pero cuando los dueños de Tyrion supieron ese detalle ya tenía su apellido puesto. No se sabe qué ocasionó exactamente esa enemistad, si fue cosa de uno, del otro o de ambos. Pero lo cierto es que se profesan un odio recíproco. El chino es capaz de cruzarse todo el parque para enzarzarse con Tyrion y ambos montan un escándalo de cuidado. Tyrion no va a por él, pero si se le acerca tampoco es un santo. Se transforman, literalmente.
 
A partir de esa enemistad, los dueños de Tyrion notaron que dejaba atrás su vida de cachorro y entraba en el mundo de las jerarquías caninas con un dato curioso: empezó a dirigir gruñidos selectivos, es decir, solo a algunos machos que, como él, tampoco estaban castrados. ¿Cómo distinguir con cuales tener cuidado? Imposible. "Hemos aprendido mucho del lenguaje de los perros en los últimos 20 años, pero todavía hay cosas que se nos escapan. Muchas veces es cuestión del lenguaje corporal que tenga cada uno o del olor que segregan las hormonas, como hemos dicho antes", explica Marcos. "También puede ser que estén acostumbrados a estar desde pequeños en su territorio, en un parque concreto, y les empiece a gustar ser el jefe, es decir, por una cuestión de jerarquías", añade Sofía. Lo cierto es que Tyrion nunca se extralimitó. Nunca llegó a morder. Un grito, un tirón de la correa y una buena bronca, y se sentaba. Pero los paseos por el parque dejaron de ser tan cómodos y agradables y este cambio obligó a sus dueños a estar siempre alertas.
 
El momento idóneo para la castración
 
Roche, de un año, es literalmente un culo inquieto. En su caso todavía no ha llegado a tener ningún enemigo, es más, es él el que se lleva más de un gruñido por pesado, por insistente. Su mayor pecado es ser demasiado sociable. Él en realidad es demasiado en todo. Demasiada energía, demasiado glotón, demasiado trasto, demasiado gracioso. Un exceso de perro. Y se puede decir sin miedo a equivocarse que ha inventado el cha-cha-chá canino. Cuando quiere atención apoya las patas delanteras sobre su víctima y con una coordinación perfecta mueve el trasero, el tronco y el cuello, un-dos-tres, un-dos-tres, sincronización absoluta, y no para de bailar hasta que consigue su cometido. Su principal problema, el aburrimiento. Cuando se queda solo en casa -siempre con Tyrion- más horas de las que considera oportuno empieza a dar vueltas y a tomar prestado todo lo que encuentra a su paso. ¿Es buen momento para castrarlo?
 
"En EE UU suelen hacerlo cuando los perros tienen tres o cuatro meses. A mí personalmente me parece que son muy pequeños porque todavía no están desarrollados y porque el hígado todavía no está preparado para la anestesia. A partir de los seis u ocho meses ya están preparados. Si se estableciera un protocolo obligatorio, yo pondría a partir de los seis meses, antes de la explosión sexual pero cuando el perro ya está desarrollado y preparado para entrar en un quirófano", explica Sofía, que insiste en que además de los beneficios médicos, castrar a un animal también ayuda a reconducir en muchos casos pequeños problemas de dominación, como el de Tyrion, o de hiperactividad, como la de Roche.
 
Marcos avisa también de que cuando hay problemas de comportamiento los efectos de la castración, que suelen notarse a partir del mes o mes y medio de la operación, se verán multiplicados si no hay ya un componente aprendido. "Un perro que tiene por ejemplo cuatro años y lleva peleándose tres, tiene un componente aprendido. La castración en ese caso va a minimizar muy poco porque ya hay un aprendizaje. La clave está en que no haya tenido muchos rifirrafes. Además, no es lo mismo una pelea y que le hayan mordido o que él haya mordido y haya sentido satisfacción por morder. Todo eso hay que valorarlo".
 
Pasar por quirófano: 425 euros
 
Tyrion y Roche finalmente fueron castrados hace algo más de tres semanas, en el primer caso para evitar que se convirtiera en un perro conflictivo con otros machos sin esterilizar y en el segundo por una cuestión meramente preventiva. Ambos tenían la edad idónea. "En realidad lo ideal es hacerlo antes del año pero si no se ha hecho así entre el primero y segundo también está bien, ahí todavía se está a tiempo para reconducir a un perro", explica Marcos. Así que, tomada la decisión, tocaba desembolsar.
 
La castración de un perro en España cuesta entre 160 euros (lo más barato encontrado) y 600 (lo más caro), dependiendo de si es macho o hembra y del peso del animal. La factura conjunta de Tyrion y Roche ascendió a 425 euros, una cantidad importante, aunque lo cierto es que no todo el mundo lleva a castrar a sus perros de dos en dos.
 
"Es fundamental el apoyo del Gobierno, como en países como Holanda donde es gratuita y donde, entre otras cosas, se acabó con los perros callejeros. O como en Inglaterra, donde la castración está subvencionada y a la gente que no lo hace porque quiere criar le hacen pagar una licencia. Aquí, ahora mismo, los que asumimos los gastos somos los veterinarios. Yo por amor al arte y por ayudar a una protectora le cobro un tercio de lo que sería una cirugía normal. Así que a mí me parece fundamental que si queremos promocionar esto por el bien de la sociedad a la gente le ayuden. Igual que la vacuna de la rabia. Si una cosa tiene que ser obligatoria, que la subvencionen", explica Sofía sobre los precios, un tema que "baja la moral" a los profesionales del sector por la apreciación general de que en España el veterinario es caro.
 
"Yo no entiendo por qué existe la visión de que como te gustan los animales lo tienes que hacer gratis o barato. Tu imagínate que vas a un pediatra y como le gustan los niños no puede cobrar nada... Es una cuestión de educación y de que la gente tenga respeto al veterinario, porque primero estamos manteniendo la sanidad en las casas, tenemos perros sin parásitos, sin enfermedades... Y luego la parte médica con respecto al animal", analiza. Para ser exactos, continúa, "el veterinario deja de ganar a lo mejor la mitad de lo que debería cobrar, según los estándares con respecto a Europa. Para que te hagas una idea, hasta hace no mucho venían perros de Inglaterra porque les salía más barato fletarlos, traerlos, castrarlos aquí y llevárselos de vuelta".
 
Las consecuencias en el animal

Hay muchos mitos alrededor de la castración. La idea generalizada es que que el carácter del perro se transforma, como si lo anestesiaras de por vida, y que tienden a engordar. "El carácter continúa siendo el mismo. Si es juguetón, seguirá siéndolo. Se tranquilizan un poco si son muy nerviosos, pero nada más. Lo único que eliminas son los efectos hormonales, de la testosterona, es decir, la necesidad de competir entre ellos y la de montar a una perra. Porque está claro que si no le vas a dejar desarrollar su instinto sexual, lo coartas, pero no significa que el animal no sienta la necesidad", profundiza Sofía. "Y no engordan porque se les castre, engordan porque comen más. Se les altera el centro de saciedad y el metabolismo ya no es tan acelerado como el de antes. Simplemente hay que racionarles la comida. Pero si tu les das el mismo pienso antes y después de castrarlos no engordan. Pero te van a pedir más y hay que controlarlo", explica la veterinaria.
 
Marcos aprovecha este tema para llevarlo a su terreno: "Yo veo ahí un contrapunto. Si el perro tiene más apetito estará más atento a ti. Eso es ideal. Distribuye parte de su comida en los paseos para interactuar con él. Enséñale determinados juegos, determinadas conductas a través de la comida, que sea para él una especie de trabajo. Al final al perro lo vas a tener mucho más realizado, va a gastar toda su energía física y psíquica y va a estar mucho más atento a ti".
 
Sofía va más más allá y rebate los argumentos de aquellos que son reacios a castrar a sus animales. "Si tu no quieres ir en contra de la naturaleza no te cojas un perro en un piso, déjale montar a cualquier perra, déjale que se escape porque es lo que le apetece, déjale que se pelee... En el momento en el que metes un perro en casa tienes que decidir hacer algunos cambios. Y además él está encantado. Ellos no se deprimen por estar castrados. Eso es una cosa mental que nos afecta a nosotros, pero a ellos les da totalmente igual, es lo que nosotros pensamos que el perro piensa. Humanizamos el pensamiento. Y ellos en realidad lo que quieren es estar tranquilos, y esta es la forma que tenemos".
 
En España la práctica de la castración es más común en las ciudades grandes que en las pequeñas, según analiza Sofía. De hecho, en su clínica -situada en el centro de la capital- un 50% de su clientela se anima a esterilizar a sus perros y suelen ser los dueños de canes mestizos. "Y normalmente lo hacen cuando aparecen los problemas, nunca como prevención".
 
Tyrion y Roche pasaron por quirófano hace casi un mes y al día siguiente ya estaban saltando cual cabras montesas en el parque. Después de la operación no ha habido cambios sustanciales en el carácter de ambos, aunque todavía es pronto para medirlo, pues todavía hay restos de testosterona en sus cuerpos. Es verdad que Tyrion parece más tranquilo cuando se cruza con otros perros, sean machos o hembras, con las que nunca tuvo problemas. Y, como siempre, permanece atento a las órdenes de sus dueños. No se ha vuelto a encontrar a El chino, aunque es probable que esa enemistad se mantenga a lo largo de los siglos. No se caen bien y sus razones tendrán. Roche sigue siendo una bala en el parque, juguetón y glotón, por lo que especialmente a él hay que racionarle la comida para que no se convierta en una bola con patas. En casa, sin cambios: sigue sin llevar bien el aburrimiento y progresa adecuadamente en los pasos de su cha-cha-chá particular.
 
 
 

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