Cuando conocimos a Shinu, un
cachorro de Akita Americano (conocido también como «Gran Perro Japonés»), nos
sorprendió su tamaño y su aspecto poderoso. A pesar de contar sólo tres meses, ya
reunía una asombrosa combinación de dignidad, coraje y una infinita lealtad por
su familia. Nos encantó el reto que su dueño nos confió.
A Shinu podemos describirle como
un perro de gran tamaño, duro pelaje y máscara y cabeza tan oscuras que llegaban
a ser casi negras. De carácter muy definido, es un cánido que necesita
ejercicio y disciplina, además de afecto, para ser un perro feliz y saludable.
Además de preocuparnos su
absoluta socialización e impregnación, teníamos que tener en muy consideración
a Bimba, una perrita de quince kilos con la que iba a convivir. Al Akita
Americano, al ser un perro territorial y generalmente agresivo con otros canes,
es necesario marcarle unas normas firmes y claras desde pequeño, para favorecer
la convivencia familiar y con otros perros.
Usando el juego como herramienta
de trabajo, conseguimos conectar muy bien. Cuidando los movimientos, los gestos
y las órdenes, pues es un perro muy sensible, evidenciamos que todavía era un
cachorro a pesar de su tamaño, y que todo lo que nos conectaba con él era
básicamente el juego, su juego.
Esto hizo que nuestro entrenamiento comenzase por
averiguar qué era lo que a Shinu le causaba más curiosidad, y enseguida descubrimos
que era todo su entorno: personas y animales. Al ser adepto a las caricias y el
juego, buscaba el acercamiento de personas y canes con ese único fin. Siempre
teníamos especial cuidado con otros machos, pues esta raza es dada a marcar su
jerarquía y poderío a través de un “juego” rudo en demasía.
A pesar de aprender deprisa algunas de las órdenes,
la marcha al pie le costó un poco más debido a su eterna curiosidad. Sin embargo
y sin dejarnos amilanar, su dueño y yo, con constancia y firmeza, conseguimos
enseñarle también esta orden.
Shinu es un perro muy sensible, por eso dirigimos
el entrenamiento a un sistema positivo y conductista de educación ya que, al
intentar darle comandos de manera estricta, él se bloqueaba. Nos armamos de
paciencia por ello y lo hicimos de manera más agradable y ventajosa para todos.
Con la llamada comprobamos que era un perro atento
y, en pocas sesiones, entendió perfectamente lo que le pedíamos. Era cuando había
alrededor otros canes que le llamaban más la atención, cuando la llamada se
complicaba un poco. Sin embargo, también pudimos solucionar este hecho
socializándolo más.
Para afianzar aún más lo aprendido, optamos por
llevarnos a Shinu a nuestra casa de la sierra, junto con mi manada y otro perro
más, un Beagle de carácter muy independiente, Alonso.
Al principio tenía un poco de recelo con la posible
relación de estos dos perros y, a pesar de poner un bozal a Shinu en
determinadas situaciones por precaución, comprobamos inmediatamente que esta
medida era innecesaria, pues entre los dos había surgido una complicidad de
juego y una amistad indescriptibles en tan solo cuatro días, haciéndose ambos inseparables.
En este entorno más tranquilo y vasto, continuamos
el entrenamiento logrando increíbles mejoras. Con precaución y paciencia, nos
fuimos acercando poco a poco al pueblo
buscando entretenimientos y posibles motivos de distracción, pudiendo corregir
así in situ las posibles dificultades
que pudieran surgir. De este modo comprobamos que la progresión estaba siendo
la adecuada: el último día, Shinu respondía a la llamada con absoluta celeridad.
Llegó el último día y nos despedimos del entorno
campestre para regresar a la ciudad, demostrándole a su dueño los nuevos cambios
de su perro, pero sin cerrar su aprendizaje.
Nuestro protagonista nos ha enseñado muchísimo
sobre esta raza. La forma de trabajar con él ha sido diferente a la de otros
congéneres: su sensibilidad mezclada con su carácter tozudo y rudo, su
docilidad hacia el humano unida a su gran dominancia hacia otros machos de su
especie y la paciencia que ambos hemos tenido como alumno y profesor. Todo ello
ha contribuido a crear un gran vínculo conmigo y con nuestro pequeño cómplice,
Alonso.
Shinu, al igual que todos los perros que hemos
conocido y adiestrado, se ha ganado un huequito en mi corazón y podrá contar
conmigo para siempre. Agradecemos a su dueño el gran cariño y preocupación que
siente por sus perros, que siempre es digno de destacar y alabar. Mil gracias.
Historia del Akita Americano
Inicialmente,
la historia del Akita americano es la misma que la del Akita japonés; A partir de
1603, provenientes de la región Akita, los perros llamados «Matagi Akitas»
(animales de tamaño mediano para la caza del oso) fueron utilizados como perros
de pelea. A partir de 1868, se cruzó la raza con Tosa y Mastines. Por eso, el
tamaño de la raza aumentó, pero algunas características, como los rasgos de los
perros tipo Spitz, desaparecieron. En 1908, al prohibirse las peleas de perros, esta raza
prosperó y se desarrolló en una raza japonesa. Después, en 1931, nueve perros
de esta raza fueron reconocidos como base fundacional.
Durante la
Segunda Guerra Mundial (1939-1945), se usó a menudo la piel de los perros para
confeccionar ropa militar. La policía ordenó que se capturaran a todos los
perros —menos los pastores alemanes, los cuales
eran utilizados para tareas militares. Unos aficionados intentaron esquivar la
ley cruzando a sus perros con pastores alemanes.
Al finalizar la
Segunda Guerra Mundial, el número de Akitas se había reducido peligrosamente
y los perros venían en tres formas diferentes: 1) Matagi Akitas 2) Akitas
perros de pelea 3) Akitas/Pastores alemanes. La situación de la raza estaba
mal. Durante el procedimiento de restauración de la raza tras la guerra,
Kongo-go, un perro procedente de la línea de sangre Dewa, gozó de una
popularidad momentánea y pasajera. Un gran número de Akitas de esta línea de
sangre, que presentaban rasgos exteriores característicos de la influencia del
mastín o pastores alemanes, fueron llevados a EEUU por militares
estadounidenses. Los Akitas pertenecientes a la línea Dewa eran perros
inteligentes y capaces de adaptarse a diferentes ámbitos. Esta fue la línea de
sangre que fue desarrollada por los criaderos en EE UU, gracias al aumento
progresivo de su popularidad.
Es así, como en
1950 los criadores japoneses deciden recuperar el tipo antiguo, y utilizan al
akita de la línea Ichinoseski, creada por el ingeniero Ichinoseski, y
perros spitz japoneses para recuperar los rasgos propios del antiguo Akita Inu. Mientras que
los estadounidenses crían el akita línea dewa, y lo desarrollan para que
sea un perro grande y de aspecto poderoso.
Al alejarse
cada vez más de su origen se crean dos ramas:
- El Akita de
línea americana, que es un animal con una orientación hacia la defensa y que
puede presentar máscara negra e incluso con cabeza negra;
- El Akita de
línea japonesa, que es más afable y con máscara blanca, o el famoso Urajiro, ya
que el estándar de la raza Akita Inu, modifica el
color y la máscara negra.
En las
exposiciones se dio preferencia, en los países afiliados a la Federación
Cinológica Internacional (FCI), a los
akitas sin máscara sobre los akitas con máscara negra, ya que los japoneses así
lo exigían por ser el país propietario del estándar del akita.
Fue así que en
el año 1999 se da el cambio de nombre que marca la diferencia entre las dos
razas: al akita americano se le llamó «Gran Perro Japonés» y se le ubicó en el
Grupo II de la clasificación en la FCI. Los cinófilos de EEUU no aceptaron tal
división y decidieron seguir ubicando a las dos razas dentro de una sola en los
concursos de belleza, como hasta la fecha.
En el año 2006,
criadores y amantes de la raza de los países afiliados a la FCI, logran que se
le ubique de nuevo en el Grupo V, y que se le reconozca de forma definitiva, y
con anuencia de los japoneses, como: Akita Americano.
Es necesario
aclarar que esta discusión del akita americano y su nombre llevaba un trasfondo
de diferencia entre el estándar del akita tipo japonés y el estándar del akita
del tipo americano, el cual se superó en estos últimos años para bien de la
raza.
Uno de los mejores reportajes hasta el momento.
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