lunes, 25 de febrero de 2013

Un perro obediente dice más de su dueño que de su propia inteligencia

Un perro obediente dice más de su dueño que de su propia inteligencia porque, para que un perro aprenda, lo más importante -más que la raza, el sexo o el árbol genealógico- es un buen maestro.
Cuantos más perros "malos" conozco, más cuenta me doy de que no hay falta de ganas por los dueños ni perros tontos. El mayor problema es que hay muchos malentendidos.
 
 
Así que he decidido compartir con vosotros algo que, aunque no explica todo el comportamiento, es muy útil por la cantidad de situaciones en las que puede aplicarse. Hay una máxima universal que los perros siguen estrictamente: no gastas energía en algo que no tenga una recompensa suficiente. Así, los perros no mantienen una conducta que no les reporte beneficio.

Incluso en el comportamiento más absurdo, tu perro evalúa si le merece la pena hacer esto o es mejor hacer otra cosa.
 
 
Le enseñas a que, si viene, le das un trozo de salchicha; lo hace genial en tu jardín. Vas al parque, le llamas mientras juega con otro perro y no hay respuesta. No tiene sordera transitoria, no es tonto, ni te toma el pelo, ni se olvida de lo que aprende. Jugar vs trozo de salchicha, gana el amigo perro. Es economía básica: obtener los máximos beneficios.

Así que cuando hacen cualquier cosa, lo hacen porque esperan sacar algo positivo de ello. A esto lo llamamos motivación. Es el motor de arranque, lo que hace que empiecen. Cuanto más fuerte sea la motivación, con más ganas se pondrán patas a la obra y más fácil va a ser convencerles de hacer cosas. Las motivaciones son variadas, pero hay normalmente una que cada perro prefiere: la comida / jugar con la pelota / estar con otros perros, etc. La mejor, por duradera, común a todos y que difícilmente es ganada por otra, es la de estar con su amo, la de satisfacer y acompañarle. Ésta es una de las grandes razones por las que es tan importante el vínculo. Un buen vínculo, más que la inteligencia, es lo que hace a un perro "listo", porque será un perro siempre dispuesto a hacer y aprender.
 
 
Otra conclusión que se puede sacar de esta economía de perros es que para que una conducta vuelva a aparecer tiene que haber tenido un resultado satisfactorio en el pasado. Volviendo al ejemplo anterior, cuando tu perro viene pero como ha tardado y tú ya estás enfadado, simplemente le pones la correa y te vas. Hay que ser generosos y cuando hace algo bien, recompensarles con premios, caricias y halagos. Sobretodo no escatimes en estas dos últimas, que son gratis y están siempre disponibles.

Cuando tratamos con un comportamiento que no queremos que repita, aplicando lo dicho hasta ahora, necesitaremos o conseguir que no le compense hacerlo, o mostrarle una actividad alternativa que le beneficie más. Este es el pensamiento que utilizamos en el ejercicio para que no salte a pedir comida. Cuando salta no consigue nada, y cuando se aparta y espera, gana un trocito de comida. ¿Cuál crees que intentará la próxima vez?
 
 
Éstos son sólo algunos ejemplos, pero la idea es global y extrapolable a casi todas las situaciones cotidianas con tu perro.
 
Escrito por Sarah a a Como educar.

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