Poco antes del estallido de la Guerra Civil, la vida de Zoe Urgazi se desmorona: su marido muere en la revolución asturiana al tiempo que ella descubre su infidelidad; su padre es encarcelado; y ella, sin ningún tipo de ingresos ni patrimonio, es desahuciada del palacete madrileño donde reside. Añorando una existencia pasada, Zoe intenta sobrevivir en un país turbulento junto a Campeón, un perro sin estirpe, que le ayudará a sortear los peligros de una guerra injusta. ‘Pacto de lealtad’, la nueva entrega del escritor Gonzalo Giner, editada por Planeta, recorre el periodo más dramático del siglo XX: la Guerra Civil y el auge del nazismo, y descubre, por primera vez, el papel de los perros en los conflictos armados. Espías, experimentos secretos, traiciones, amor… atraviesan estas páginas que ilustran, gracias a su protagonista, el inquebrantable y ancestral pacto de lealtad entre el perro y el hombre. En la sobremesa de un céntrico restaurante valenciano, compartí con el autor madrileño unos cuantos minutos sobre su nuevo libro.
Gonzalo, más de seiscientos mil lectores y más de trescientos cincuenta mil ejemplares vendidos de ‘El sanador de caballos’, ¿sientes más responsabilidad ahora cuando preparas una nueva novela?
No, de momento no noto nada. Tengo un cierto temor a causa de ‘El sanador de caballos’, de no estar a la altura de esa novela pero, cuando tengo una buena idea y yo me la creo, me concentro y se me olvida todo. De este modo consigo contagiar mi entusiasmo al lector.
En la solapa de ‘Pacto de lealtad’, la editorial afirma que es una novela trepidante, ¿lo es de verdad?
Quizá sí que lo sea porque a mí me gusta mucho alternar escenarios, jugar con el lector, despistarlo, cambiarle la senda del camino, ubicarlo en tramas distintas y en mundos diferentes. SÍ, definitivamente, creo que sí es trepidante.
Si tuvieras que elegir para etiquetar tu novela entre el género histórico o el folletín, ¿con cuál te quedarías?
Sin duda me quedaría con la etiqueta referida a Dumas, la del folletín, porque no creo que contenga muchos ingredientes de novela histórica y porque el peso de la anécdota tiene más importancia que el contexto histórico. En mis novelas busco esquinitas que pueden resultar insólitas, divertidas, entretenidas y desconocidas, por tanto, me muevo más por la vertiente de la aventura que por la del contexto.
Sigamos con las etiquetas. Últimamente hay quien establece una clasificación entre lo que podríamos denominar “escritor literario” y el escritor a secas, ¿en qué categoría te incluirías?
La novela que más me ha gustado en mi vida se titula ‘Veinticuatro horas en la vida de una mujer’ y tiene ciento cincuenta páginas. Me impactó mucho. Allí encontré unas habilidades literarias espectaculares, expuestas con pocas palabras, tanto en personajes como en tramas. Aunque repaso minuciosamente mis escritos y además muchas veces, si no me sale mejor es porque no soy capaz de dar más de mí, pero no por falta de trabajo. Con esto quiero decir que me preocupa mucho la historia que voy a escribir, pero también el cómo contarlo y me atraen los libros por lo que cuentan y por cómo lo hacen.
La mayoría de tus novelas hablan de animales, ahora les ha tocado el turno a los perros, ¿por qué te has inclinado por ellos?
A mí me apetecía mucho saber qué ocurrió con los perros durante la Guerra Civil. Y mi primera sorpresa ha sido descubrir que en España no sucedió casi nada, porque durante la contienda no hubo unidades militares caninas. Aquí estos animales tenían una utilidad relativa y su primer destino fue servir de alimento. Otros países, como Bélgica o Alemania, sí disponían de este tipo de unidades, que en nuestro país datan del año 1950.
¿Hay, por tanto, una reivindicación del papel del perro en la vida humana a la hora de escribir esta novela?
Efectivamente, hace veinte mil años el perro se acercó al hombre y se creó una dependencia que se ha incrementado a lo largo del tiempo. El perro nos ha prestado una infinidad de servicios y no ha tenido nunca un papel preponderante en la literatura, a pesar de que ocupa un lugar muy importante en nuestras vidas y si no, que se lo pregunten al medio millón de españoles que tienen un perro en casa.
Antes has citado a Alemania, los nazis, dejando a un lado la finalidad con que lo hicieran, fomentaron la investigación en muchos apartados, ¿no?
En la investigación sobre los perros fueron pioneros. A mí me provocaron toda una línea de estudio que trasladé a la novela. Un capitán prusiano, que había combatido en la I Guerra Mundial, sentía verdadera pasión por el perro pastor, que luego derivaría en el pastor alemán, y fue el primero en llevar libros de control genealógico y genético. Existió un proyecto de cría y multiplicación sistemática de esta raza, a la que consideraban la más capacitada, inteligente y disciplinada. Todos estos factores de pureza y herencia de genes alimentaron el sentimiento de grupo selecto y, de este modo, el perro se convirtió en otro pilón básico de la ideología nazi.
Hemos hablado mucho de los perros hasta aquí, ¿dónde quedan los hombres en ‘Pacto de lealtad’?
Tienen un protagonismo esencial. He jugado con el papel del hombre y del perro. Deliberadamente construí dos personajes para que empaticen con los perros, dos tipos que viven momentos complicados y presentan contradicciones. Uno de ellos, un técnico que trabaja para los nazis, tiene un pasado oscuro que debe ocultar para sobrevivir. Y ese pasado le condiciona y le obliga a actuar de un modo que va en contra de sus propios principios. Creo que es una novela en la que la humanidad de los personajes está muy presente, porque no hay nadie puro ni lineal.
Para escribir la novela has estudiado exhaustivamente la Guerra Civil Española, ¿qué conclusión has obtenido de tu incursión histórica por bibliotecas y hemerotecas?
He hecho un ejercicio de memoria histórica que se lo recomiendo a todo el mundo. Por tradición familiar tiendo a inclinarme hacia el bando vencedor, pero tras haberlo estudiado todo con mayor profundidad y detenimiento, ahora me siento decantado hacia los perdedores. La verdad es que tenía miedo de introducirme en ese mundo y he asistido a lo que fue un golpe de estado. Es cierto que en el otro bando la situación era turbulenta, pero era la legalidad constituida y había que respetarla.
‘Pacto de lealtad’ es una historia cosmopolita, ¿lo exigía el guión?
Sí, lo exigía la historia, porque todo el contenido alemán, que es el que genera más movimiento y escenarios, tiene que ver con la necesidad de recrear una raza extinguida en Alemania y la única forma de lograrlo era buscar su rastro por otros países, lo que me obligaba a cambiar de lugar continuamente, algo que, como escritor, me fascina.
Esta pregunta tiene que ver con una fotografía: la que aparece en una de las guardas del libro donde un perro observa cómo caen las bombas sobre Gernika, ¿qué estaría pensando el animal en ese instante? Creo que ese perro asiste desconcertado por completo a la situación que se produce. Precisamente esta fotografía esconde una historia curiosa, ya que ayer mismo me llamó un descendiente de su dueña, un señor vasco que me felicitó por la novela y me contó que el perro se llamaba Ogia – pan en euskera – y que perteneció a su abuela, que era panadera. Estaban muy agradecidos porque haber incluido la imagen en el libro.
La pregunta que cierra esta entrevista va dirigida al Gonzalo Giner veterinario. Recientemente han pillado en un aeropuerto nacional a un tipo con una maleta cargada de serpientes, lagartos, grillos y saltamontes, ¿qué está pasando con los animales en nuestro país?
En este país nos estamos acercando cada vez mejor a los animales. Todo lo que tiene que ver con su maltrato, especialmente en fiestas, creo que tiene los días contados, aunque todavía deba transcurrir un tiempo más o menos largo para ello. Pero en medio de todo esto, surgen estos insensatos, que, incomprensiblemente, quieren trasladar la vida natural a nuestras casas. Yo necesito relacionarme con los animales y entiendo que con una serpiente, por ejemplo, no me voy a relacionar mucho. No sé por qué se les ha metido en la cabeza traficar con estos animales exóticos, cuando lo que hay que hacer es dejarlos en paz en su hábitat que es la selva.
Gonzalo, más de seiscientos mil lectores y más de trescientos cincuenta mil ejemplares vendidos de ‘El sanador de caballos’, ¿sientes más responsabilidad ahora cuando preparas una nueva novela?
No, de momento no noto nada. Tengo un cierto temor a causa de ‘El sanador de caballos’, de no estar a la altura de esa novela pero, cuando tengo una buena idea y yo me la creo, me concentro y se me olvida todo. De este modo consigo contagiar mi entusiasmo al lector.
Andrés Neuman en su libro titulado ‘Barbarismos’, define al escritor como un “Individuo que fracasa en el intento de ser exclusivamente lector”, ¿es tu caso? Me identifico por completo con esa definición. Últimamente leo muy poco, porque entre que me documento y escribo nunca encuentro tiempo para hacerlo. Trato de aprovechar los momentos de descanso entre novela y novela.
Sé que escribes de cuatro a siete de la mañana y luego haces carretera para visitar a tus pacientes, ¿no se te quejan las vacas o los caballos?
[Risas] Bueno, un poco sí, pero he adaptado mi cuerpo a esos horarios. Según me explicó un neurólogo al que consulté, el cuerpo humano es capaz de adaptarse a situaciones extremas y hay personas cuyo cerebro se recupera tan solo con una hora y media de descanso. En realidad, es una cuestión individual y la verdad es que, a pesar de que cada día recorro unos trescientos kilómetros más o menos, yo me encuentro bien. La pasión suprime los inconvenientes de las cosas.
Sé que escribes de cuatro a siete de la mañana y luego haces carretera para visitar a tus pacientes, ¿no se te quejan las vacas o los caballos?
[Risas] Bueno, un poco sí, pero he adaptado mi cuerpo a esos horarios. Según me explicó un neurólogo al que consulté, el cuerpo humano es capaz de adaptarse a situaciones extremas y hay personas cuyo cerebro se recupera tan solo con una hora y media de descanso. En realidad, es una cuestión individual y la verdad es que, a pesar de que cada día recorro unos trescientos kilómetros más o menos, yo me encuentro bien. La pasión suprime los inconvenientes de las cosas.
En la solapa de ‘Pacto de lealtad’, la editorial afirma que es una novela trepidante, ¿lo es de verdad?
Quizá sí que lo sea porque a mí me gusta mucho alternar escenarios, jugar con el lector, despistarlo, cambiarle la senda del camino, ubicarlo en tramas distintas y en mundos diferentes. SÍ, definitivamente, creo que sí es trepidante.
Si tuvieras que elegir para etiquetar tu novela entre el género histórico o el folletín, ¿con cuál te quedarías?
Sin duda me quedaría con la etiqueta referida a Dumas, la del folletín, porque no creo que contenga muchos ingredientes de novela histórica y porque el peso de la anécdota tiene más importancia que el contexto histórico. En mis novelas busco esquinitas que pueden resultar insólitas, divertidas, entretenidas y desconocidas, por tanto, me muevo más por la vertiente de la aventura que por la del contexto.
Sigamos con las etiquetas. Últimamente hay quien establece una clasificación entre lo que podríamos denominar “escritor literario” y el escritor a secas, ¿en qué categoría te incluirías?
La novela que más me ha gustado en mi vida se titula ‘Veinticuatro horas en la vida de una mujer’ y tiene ciento cincuenta páginas. Me impactó mucho. Allí encontré unas habilidades literarias espectaculares, expuestas con pocas palabras, tanto en personajes como en tramas. Aunque repaso minuciosamente mis escritos y además muchas veces, si no me sale mejor es porque no soy capaz de dar más de mí, pero no por falta de trabajo. Con esto quiero decir que me preocupa mucho la historia que voy a escribir, pero también el cómo contarlo y me atraen los libros por lo que cuentan y por cómo lo hacen.
La mayoría de tus novelas hablan de animales, ahora les ha tocado el turno a los perros, ¿por qué te has inclinado por ellos?
A mí me apetecía mucho saber qué ocurrió con los perros durante la Guerra Civil. Y mi primera sorpresa ha sido descubrir que en España no sucedió casi nada, porque durante la contienda no hubo unidades militares caninas. Aquí estos animales tenían una utilidad relativa y su primer destino fue servir de alimento. Otros países, como Bélgica o Alemania, sí disponían de este tipo de unidades, que en nuestro país datan del año 1950.
¿Hay, por tanto, una reivindicación del papel del perro en la vida humana a la hora de escribir esta novela?
Efectivamente, hace veinte mil años el perro se acercó al hombre y se creó una dependencia que se ha incrementado a lo largo del tiempo. El perro nos ha prestado una infinidad de servicios y no ha tenido nunca un papel preponderante en la literatura, a pesar de que ocupa un lugar muy importante en nuestras vidas y si no, que se lo pregunten al medio millón de españoles que tienen un perro en casa.
Antes has citado a Alemania, los nazis, dejando a un lado la finalidad con que lo hicieran, fomentaron la investigación en muchos apartados, ¿no?
En la investigación sobre los perros fueron pioneros. A mí me provocaron toda una línea de estudio que trasladé a la novela. Un capitán prusiano, que había combatido en la I Guerra Mundial, sentía verdadera pasión por el perro pastor, que luego derivaría en el pastor alemán, y fue el primero en llevar libros de control genealógico y genético. Existió un proyecto de cría y multiplicación sistemática de esta raza, a la que consideraban la más capacitada, inteligente y disciplinada. Todos estos factores de pureza y herencia de genes alimentaron el sentimiento de grupo selecto y, de este modo, el perro se convirtió en otro pilón básico de la ideología nazi.
¿Existe la misma lealtad del perro respecto al hombre que del hombre respecto al animal? No, la relación está un poco desequilibrada a favor del perro. Hay ejemplos de perros que han sido sometidos a malos tratos y que, después de haber recibido el daño, cuando aparece su dueño mueven la cola y se marchan felices con él. El pacto de lealtad sobre el que escribo en la novela es de este tipo y, si pudiera oficializarse mediante un contrato, el perro lo firmaría porque demuestra bastante más gratitud y generosidad hacia el hombre que en sentido contrario.
¿Qué es lo que ha hecho que el perro se haya convertido en el animal de compañía por excelencia?
El perro tiene dos cualidades: su capacidad de aprendizaje y su disciplina. En ‘Pacto de lealtad’ efectúo una aproximación a un centro de adiestramiento que hubo en Suiza, el primero que trabajó con perros, para que sirvieran de guía a los ciegos. Es verdad que un caballo se deja domar y luego obedece, pero el perro es capaz de aprender y de repetir sus habilidades cuando se le pide. Es un animal que se concentra mucho, que no se distrae, que tiene un olfato muy desarrollado y percibe su entorno al detalle. Controla todo lo que sucede a su alrededor y detecta los posibles peligros o los cambios que puedan suceder en un momento dado.
¿Qué es lo que ha hecho que el perro se haya convertido en el animal de compañía por excelencia?
El perro tiene dos cualidades: su capacidad de aprendizaje y su disciplina. En ‘Pacto de lealtad’ efectúo una aproximación a un centro de adiestramiento que hubo en Suiza, el primero que trabajó con perros, para que sirvieran de guía a los ciegos. Es verdad que un caballo se deja domar y luego obedece, pero el perro es capaz de aprender y de repetir sus habilidades cuando se le pide. Es un animal que se concentra mucho, que no se distrae, que tiene un olfato muy desarrollado y percibe su entorno al detalle. Controla todo lo que sucede a su alrededor y detecta los posibles peligros o los cambios que puedan suceder en un momento dado.
Hemos hablado mucho de los perros hasta aquí, ¿dónde quedan los hombres en ‘Pacto de lealtad’?
Tienen un protagonismo esencial. He jugado con el papel del hombre y del perro. Deliberadamente construí dos personajes para que empaticen con los perros, dos tipos que viven momentos complicados y presentan contradicciones. Uno de ellos, un técnico que trabaja para los nazis, tiene un pasado oscuro que debe ocultar para sobrevivir. Y ese pasado le condiciona y le obliga a actuar de un modo que va en contra de sus propios principios. Creo que es una novela en la que la humanidad de los personajes está muy presente, porque no hay nadie puro ni lineal.
Para escribir la novela has estudiado exhaustivamente la Guerra Civil Española, ¿qué conclusión has obtenido de tu incursión histórica por bibliotecas y hemerotecas?
He hecho un ejercicio de memoria histórica que se lo recomiendo a todo el mundo. Por tradición familiar tiendo a inclinarme hacia el bando vencedor, pero tras haberlo estudiado todo con mayor profundidad y detenimiento, ahora me siento decantado hacia los perdedores. La verdad es que tenía miedo de introducirme en ese mundo y he asistido a lo que fue un golpe de estado. Es cierto que en el otro bando la situación era turbulenta, pero era la legalidad constituida y había que respetarla.
‘Pacto de lealtad’ es una historia cosmopolita, ¿lo exigía el guión?
Sí, lo exigía la historia, porque todo el contenido alemán, que es el que genera más movimiento y escenarios, tiene que ver con la necesidad de recrear una raza extinguida en Alemania y la única forma de lograrlo era buscar su rastro por otros países, lo que me obligaba a cambiar de lugar continuamente, algo que, como escritor, me fascina.
Esta pregunta tiene que ver con una fotografía: la que aparece en una de las guardas del libro donde un perro observa cómo caen las bombas sobre Gernika, ¿qué estaría pensando el animal en ese instante? Creo que ese perro asiste desconcertado por completo a la situación que se produce. Precisamente esta fotografía esconde una historia curiosa, ya que ayer mismo me llamó un descendiente de su dueña, un señor vasco que me felicitó por la novela y me contó que el perro se llamaba Ogia – pan en euskera – y que perteneció a su abuela, que era panadera. Estaban muy agradecidos porque haber incluido la imagen en el libro.
La pregunta que cierra esta entrevista va dirigida al Gonzalo Giner veterinario. Recientemente han pillado en un aeropuerto nacional a un tipo con una maleta cargada de serpientes, lagartos, grillos y saltamontes, ¿qué está pasando con los animales en nuestro país?
En este país nos estamos acercando cada vez mejor a los animales. Todo lo que tiene que ver con su maltrato, especialmente en fiestas, creo que tiene los días contados, aunque todavía deba transcurrir un tiempo más o menos largo para ello. Pero en medio de todo esto, surgen estos insensatos, que, incomprensiblemente, quieren trasladar la vida natural a nuestras casas. Yo necesito relacionarme con los animales y entiendo que con una serpiente, por ejemplo, no me voy a relacionar mucho. No sé por qué se les ha metido en la cabeza traficar con estos animales exóticos, cuando lo que hay que hacer es dejarlos en paz en su hábitat que es la selva.
Fuente:http://www.diariosigloxxi.com/
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