viernes, 25 de abril de 2014

Perros sin control

 
Al salir este comentario, ¿se habrá hecho justicia en torno a la niña de 11 años atacada por el Rottweiler en la ciudad de Encarnación? Según denunció la madre, el dueño del animal, Ramón Vergara, no quiso hacerse cargo de nada, así que ella se diligenció sola –sin el apoyo de la comunidad–. Esto no es aislado y las autoridades ni allá ni aquí parecen tener proyectos para el control canino. Cuando hablamos de calidad de vida pocos participan contando sus experiencias o modos de sobrellevar el desorden de la vida barrial, donde, si existen reglas escritas o de sentido común, pocos y nadie las cumplen, menos las propias autoridades.
 
 
Es complejo para la mente del paraguayo medio, entender que es mejor no tener perros si no se tiene la capacidad de manejarlos. La gran mayoría no lee, no pregunta, no se interesa por nada respecto a su mascota y estos son los lamentables resultados.
 
 
En Paraguay no estamos libres de lo que impone la moda, que no es solo ropa también palabras, ideas, acciones. La moda introdujo razas y sin ningún miramiento ni control comenzaron a propagarse Rottweiler, Doberman, Pitbull, Dogo, Fila brasileño u otros de porte mediano como el Bull Terrier o hasta los pequeños, pero no menos bravos Pinscher. De más está decir que todo perro puede ser peligroso si no se lo sabe hacer socializar, una materia desconocida en nuestro entorno.
 
 
Frente a un ataque lo más común es encontrarse con dueños prepotentes que se niegan a reconocer que son ellos y no el atacado los responsables de lo sucedido y al final si la persona no muere, se archiva el delito como si nunca hubiera sucedido. Esto es atraso, que tengan que ocurrir “desgracias con suerte” para insistir en el problema de los perros en los barrios.
 
 
Querer tocar este asunto directamente con los dueños de los perros siempre es espinoso, porque ellos no ven cómo los demás a su animal, y casi siempre terminan diciendo que la víctima se lo buscó. Hasta crímenes entre vecinos provocan los perros sin disciplina ni adiestramiento.
 
 
Amar a los animales no es “quererlos más que a los humanos”, sino domesticarlos respetando su esencia. Cada vez hay más perros famélicos, sucios, enfermos, estresados que ladran sin parar el día entero, y muchísimos de los bien cuidados también atacan y muerden. La primera pregunta que tengo que hacerme antes de tener un perro es si tengo lugar, prepuesto, carácter para imponerme, si amo realmente al animal o lo traigo a casa y lo dejo a su suerte.
 
 
Me decía una psicóloga que el paraguayo no desarrolló el pensamiento secuencial: “Si tengo un perro, ¿qué necesitará? ¿cómo se lo educa? ¿qué haré si mi perro ataca o muerde a una persona?”, etc. Lejos estamos de entender que la razón del verdadero adelanto de otras sociedades radica en la cultura de prevención. Aunque haya muchos en contra, es necesario que la perrera municipal recorra semanalmente las calles y levante a los perros callejeros (o que estén frecuentemente en la calle), que representan un peligro para la ciudadanía. Así, en vez de propagar discursos lacrimógenos de amor hacia los animales, las personas se preocuparían de no soltar a los perros, no dejar el portón abierto, alimentarlos, vacunarlos, bañarlos, educarlos o, simplificando toda utopía, harían algo más útil: no tendrían. Deberían además regularse otros temas como la cantidad de perros por casa y proveer soluciones para los conflictos entre vecinos por los perros (y otras mascotas).
 
 
Los pequeños problemas de convivencia son una bomba de tiempo en los barrios, pero esto no significa inseguridad para las autoridades.
 
 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario