jueves, 10 de abril de 2014

Procesionaria: la peor pesadilla de un perro

 
Se llaman orugas procesionarias del pino y es muy probable que alguna vez se las haya encontrado moviéndose por el suelo de un pinar en un camino en cabalgatas de decenas de ejemplares. Ese espectáculo natural no sólo llama la atención de los humanos; también de los perros. Los más curiosos pueden perder la vida en el intento de saber a qué saben los graciosos gusanos.
 
 
Las orugas siempre están ahí, pero en esta época se cruzan con los humanos y sus mascotas. A comienzo de primavera, la subida de las temperaturas provoca el reflejo de enterramiento. Las orugas, bajan de los nidos (esas bolas blancas en los pinos) y recorren el suelo en búsqueda de un lugar en el que enterrarse para hacer una crisálida y romperla en julio ya convertidas en mariposa. Se mueven en línea en una procesión (de ahí su nombre) pilotada por una hembra y en ese momento serían una presa facilísima para los depredadores si no fueran venenosas.
 
 
Ahí comienza el problema para los perros (o para cualquiera que las toque, incluidos los humanos). Las orugas están cubiertas de unos pelos urticantes con una toxina que resulta devastadora para los canes que ponen su hocico sobre ellas. En la clínica veterinaria Canillas, de Madrid aseguran que este año se han encontrado con un repunte de los casos. Tratan un perro al día. Todo comienza con el perro rascándose la boca, como si quisiera arrancarse algo de la lengua con las garras y salivando profusamente. En ese momento, más vale correr a una clínica veterinaria. “Pueden llegar a morir”, explica el veterinario Juan Luis Segado.
 
 
La oruga produce varias lesiones en los perros. El cuadro tiene bastante que ver con un shock alérgico. Se inflama la lengua, la boca, el esófago y el estómago. Llegado un punto, el perro no puede respirar y fallece. En la mayor parte de los casos, no sucede porque interviene un veterinario, pero la lengua de los animales que hay chupado una oruga se necrosa. Algunos pierden casi todo el órgano.
 
 
La recomendación de los veterinarios es correr a una clínica en cuanto se perciban los síntomas, aunque antes puede lavar bien la boca con abundante agua para diluir el efecto de los pelos urticantes. Si el paseo es por el campo o está uno lejos de una clínica, los especialistas pueden recetar un medicamento en pastillas o en inyección que algunos dueños llevan encima en previsión de un accidente, sobre todo si pasean uno de esos perros que tragan y luego preguntan.
 
 
 

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