lunes, 7 de julio de 2014

Cuando los perros son más buenos que los amos

 
Esta preciosidad de perro, creemos que es un American Stanford  y su pequeño compañero, un perro de aguas turco, han aparecido hoy por la avenida principal de Pinos, probablemente se le habían escapado a su dueño. Esta vez hemos tenido suerte, mi hija venía con nuestro perro, un pastor alemán, en el coche, no se lo había llevado como otras veces, amarrado a la bicicleta o caminando.

El perro no era peligroso en absoluto, le hemos rascado, acariciado y el perro se tumbaba en nuestros pies totalmente entregado, le hemos puesto agua y una lata de comida  por aquello de entablar amistad con semejante pieza mientras, lo amarrábamos al portón a la espera de que llegaran del Refugio El Paraíso. La fuerza de este animal era descomunal, pero no parecía ni por asomo con intención de utilizarla contra nosotras. Eso sí, hemos mantenido a nuestra gata y  perro a resguardo y encerrados todo el tiempo.
 
Hace unas semanas a otro vecino se le escapó un perro grande del que ni siquiera había notado su ausencia, yo lo conocía porque paso casi todos los días por su puerta cuando salgo a caminar con el mío, intenté llevarlo para su casa, pero  no pude cogerlo, no paraba de echarme las patas encima tan feliz de verme, levantado casi tenía la misma altura que yo. En ese momento mi marido apareció  con nuestro Lobo a lo lejos de vuelta de su paseo, no le dio tiempo ni de emitir un ladrido, el perro se fue como una flecha para el nuestro y poco más y lo mata. No podíamos entre Manuel y yo quitárselo de encima. Finalmente y por suerte, conseguí agarrarlo del collar y tirar de él, ambos terminamos  en el suelo en mitad de la carretera; mientras con una mano mordida con un profundo ojal, les gritaba a mi consternado marido y a mi más consternado perro, que se fueran de allí. Los dos me miraban con desolación sin atreverse a quedarse ni a hacerme caso y marcharse. Yo no sabía cuánto podría sostener al otro perro. Otros vecinos pararon sus vehículos y mostraron valor cuando decidieron ayudarme, pues hay gente buena. Pudimos meter al  perro del vecino en un maletero y devolverlo a su casa que seguía con el portón abierto y  sin señales  de sus habitantes.
 

Si esta misma escena hubiera ocurrido con el american Stanford de hoy u otro perro de presa, mi perro no lo cuenta y probablemente yo  habría terminado con algo más que con un mordisco accidental en una mano.

¿Tendremos que renunciar a pasear con nuestros perros por temor a un mal encuentro? ¿Son malos los  perros grandes y peor aún los de presa? ¿hay que prohibir estas razas? ¿hay que mantenerlos atados?
 

Pues yo diría que lo que hay que prohibir y atar son a algunos dueños.

Un perro exige compromiso y responsabilidad, un perro de este tamaño y con esta potencia de mordida, los exige en grado superlativo. Nadie puede decir la consabida frase: “pero si mi perro no muerde…”. Un perro es un animal que se puede educar, pero hay que hacerlo con conocimiento y esmero y siempre, siempre, tendremos que contar con un punto de imprevisibilidad.
 

Los perros han desarrollado muchísima afinidad con las personas pero son muy territoriales entre ellos. Un perro de este tamaño no se puede escapar de su casa, no puede tener la posibilidad de salir mientras su dueño abre el portón automático y entra con su coche, ni tener la posibilidad de saltar por el muro ni de sacar la cabeza al exterior.

Estos dos últimos casos, muestran a las claras que ninguno de estos grandes perros son malos y mucho menos asesinos, aunque hay gente se empeña en tenerlos como si fueran armas disuasorias y no por el disfrute que les pueda suponer la compañía del animal.

El empleado del Refugio El Paraíso, cuando ha venido a recogerlo, lo ha mirado no sin prevención, cosa inevitable, le hemos echado el resto de la lata dentro de la jaula donde apenas cabía y seguidamente lo ha subido sin que el perro opusiera la menor resistencia, más bueno que el de aguas.
 

Y  este hombre se quejaba diciendo: “cada dos horas estamos recogiendo un perro, los fines de semana más, luego llega el dueño y dice que se le ha escapado y aquí no pasa nada, ni multa ni nada, claro que si lo multan ni siquiera irá a por el perro…” ha concluido diciendo no sin cierta pena y con un alto grado de conocimiento de la naturaleza tanto humana como  animal: “UN PERRO COMO ESTE, TAN BUENO… LOS PERROS SON MÁS BUENOS QUE SUS DUEÑOS”.

Suscribimos sus palabras.
 

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